miércoles, 24 de agosto de 2016

4.- ORACIÓN DE PETICIÓN

ACUDIR A DIOS EN LA ANGUSTIA
El sentido de la oración de petición

1.4.- ¿Qué queremos decir acerca de esta acusación contra la oración de petición? Si por un momento intentamos hacer callar nuestra avidez de vida y nuestra hambre de felicidad (¿acaso no son ellas realmente lo único y lo definitivo del mundo, lo que ha de tener siempre la última palabra?), la voz de Dios nos dice ya desde siempre, en nuestra conciencia, algunas cosas muy esenciales sobre estas acusaciones contra la oración de petición.
Nos pregunta: « ¿Por qué de pronto exigís ayuda de parte de Dios para aquello que vosotros mismos habéis causado? ¿Acaso no gritáis solamente cuando os va mal a “vosotros”, mientras que calláis muy tranquilos cuando la desdicha y la infamia persiguen a los demás? ¿No ocurre siempre que sólo queréis tener que ver con Dios cuando ya no os valéis por vosotros mismos, mientras que, si no, hipócritas apocados, lo queréis tener lo más lejos posible, porque cuando podéis olvidaros de él por un momento es cuando más felices os sentís? ¿Acaso no estáis muy contentos con el curso que sigue el mundo mientras os favorezca? ¿Acaso no consideráis en peligro el reino de Dios en el mundo cuando los bonos del reino que precisamente “vosotros” habéis comprado cotizan a la baja -del mismo modo como, en la mayoría de los casos, los príncipes sólo se vuelven piadosos cuando los tronos comienzan a tambalear-? ¿Realmente habéis comprendido alguna vez que la gloria de Dios en el mundo es la cruz de su Hijo? Afirmáis creer en la felicidad eterna en el más allá. ¿Por qué, entonces, sois tan exigentes también para el más acá, como los que sólo conocen la mísera comodidad de esta tierra?
« ¿No sois también vosotros de los que consideran que más vale pájaro en mano que ciento volando, y no es esta actitud tan “razonable” precisamente lo contrario del cristianismo? ¿No veis acaso en vuestro propio éxito la bendición de Dios y su aprobación de vuestro actuar, autocomplacientes y presuntuosos como sois? ¿Y no preguntáis indignados qué es lo que no habéis hecho como es debido cuando él no corona de éxito las artimañas de vuestro egoísmo? ¿No estáis acaso llenos de infantil impaciencia cuando no podéis esperar el día en el que, el Eterno y Magnánimo, ajuste las cuentas con la historia entera del mundo y, sin llegar tarde a ninguna parte, corrija todo lo confundido y extraviado del tiempo en las vastedades de su eternidad? ¿Habéis comprendido realmente quién es Dios y quiénes vosotros? ¿Habéis comprendido que, si Dios es Dios, los caminos de Dios y los juicios de Dios tienen que ser tales que “no” los comprendáis? ¿Qué la criatura no “puede” ir nunca a juicio con Dios? ¿Qué no podéis comprender su amor y su misericordia –tampoco estos, y en particular estos-, que tienen que pareceros como ira y justicia? Y hay más: ¿no sois “vosotros” los que habéis pecado y causado la desgracia? ¿Por qué queréis la causa y exigís que se os condone la consecuencia? ¿Puede alguno de vosotros decir que no ha merecido “eso”? Si lo dice, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pues el hombre es un pecador, y todo pecado merece más de lo que sufre. Más aún: ¿habéis tomado alguna vez en serio el pecado? Mentirosos, tenéis mil disculpas: que está condicionado por la herencia y por el medio, o que la intención no es tan mala y que, a fin de cuentas, no se tiene nada contra Dios, pero que él debe entender que en este valle de lágrimas se quiera tener también un poquito de felicidad, y que el hecho de que haya que recogerla de un árbol prohibido es lamentable, pero, al fin y al cabo, no es nuestra culpa que existan tan pocos árboles que no estén prohibidos. Así con la mentira dais vuelta al pecado. Y, aun así, el pecado es una ofensa al Santísimo, y es obra  vuestra. ¿Por qué no  banalizáis alguna vez vuestra angustia? ¿Está tan mal que buena parte de la especie humana sucumba regularmente en la lucha por la existencia? ¡Si vosotros mismos habéis probado mucho en los últimos decenios tales teorías! En cualquier caso, pocas son las noches sin dormir que os ha traído la praxis que de ellas se deriva. ¿Es acaso tan evidente que eso tenga que parecerme normal también a mí? ¿Por qué os dais tanta importancia si consideráis tan poco importante la gloria y la voluntad de Dios? ¿Habéis comprendido quién soy yo y quiénes vosotros cuando comenzáis a enfadaros y a ser duros si vuestro grito de angustia no encuentra de inmediato el eco que vuestro egoísmo y vuestra obstinación esperan?».

(Karl Rahner, SJ) 4.

No hay comentarios:

Publicar un comentario