viernes, 2 de noviembre de 2018

CRISTO, EL CAMPESINO Y EL BUEY...5. - DOMAR EL BUEY








5.- DOMAR EL BUEY

Ahora el buey sigue dócilmente a campesino, que le lleva de las riendas. Con respecto a esto se cita el verso "En las montañas no existe calendario". Hay que entrenarse todos los días, hasta ser capaz de andar por el gran camino del Cielo y de la Tierra.
Este quinto dibujo muestra la sumisión del buey a su dueño. Ambos caminan en armonía hacia la misma dirección, ha desaparecido la tensión provocada por la oposición de fuerzas en la lucha anterior... ¡El buey está domado! Sin embargo, como buen domador, el campesino todavía no afloja la cuerda y el látigo, ambos son símbolo de una disciplina que en la práctica nunca debe descuidarse.
Uno de los más importantes menesteres de un maestro zen es el de ayudar al discípulo que ha encontrado al buey a conservarlo bien domesticado El don del satori y la novedad de existencia que comporta para el meditante, se han de custodiar siempre.
La esencia de la disciplina que domestica cada vez más al buey es la conciencia, la continua y consciente presencia del momento existencial presente. Taisen Deshimaru respondió a un discípulo que le pedía aclaraciones sobre el aquí y ahora practicado en la vida cotidiana: “Cuando hay que pensar se piensa. Se piensa aquí y ahora, se hacen planes aquí y ahora, se recuerda aquí y ahora. Cuando escribo mi biografía, pienso en el pasado. Cuando tengo que hacer proyectos pienso en el futuro. La sucesión de los “aquí y ahora” se vuelve cósmica y se extiende hasta el infinito”.
El iluminado trata de extender su presencia consciente conservando en la vida cotidiana la luminosidad y limpidez de su nueva conciencia. ¡Toda le energía del buey, ahora armónica y en total consonancia con su dueño produce una irradiación que nos es posible esconder!
Cuanto más ayudan el látigo y la cuerda al iluminado, más se separa de la confusa ilusión, fruto del incesante flujo y obstáculo de los pensamientos. La continua conciencia, sin impedimentos, hace crecer cada vez más la armonía entre el buey y el campesino: “Entonces, sin trabas, obedece a su dueño”.

“Ya no vivo yo, pues es Cristo quien vive en mí” (Ga 2,20)
“Pues para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia” (Flp 1,21).

(Mariano Ballester s.j. & Co.f.m.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario