6.- CABALGAR EN EL BUEY HACIA CASA
El campesino vuelve a casa montado en el buey y va
tocando la flauta. El yo mismo que andábamos buscando y nuestro corazón en
búsqueda han llegado a hacerse uno. Más aún: el corazón y el mundo han llegado
a hacerse uno. Pues hemos de convertir este mundo presente en el que debería
ser, en un mundo de paz. Pero esto solo es posible si se capta la verdad.
El motivo central de este dibujo es la danza y la
alegría, fruto del fin de la lucha. Desaparecen por primera vez de las manos
del campesino látigo y cuerda y en su lugar aparece una flauta que “salmodia en
las sombras de la tarde”. Estado sin violencia, sin desarmonía, al estar en
completo acuerdo el buey y el campesino.
Sin embargo hay que distinguir entre alegría y
alegría, entre danza y danza. La alegría de la que se trata en este caso es la
derivada de la iluminación, de haber alcanzado la intuición del ser y de la
apertura de conciencia a la percepción transparente de la realidad sin
obstáculos. Es la alegría de los místicos, de la vía unitiva en la mística
occidental, no la de los principiantes.
Enomiya-Lassalle cuenta la alegría entre los frutos
de la profundización de la meditación zen, que se pueden gustar incluso antes
de la iluminación: “El quinto fruto es una armoniosa alegría interior, que
produce una satisfacción constante y tiene como consecuencia el gozar de todo
lo que es bueno y bello, por así decir, con todo el ser”.
“Ahora ve y vende cuanto tienes, compra este campo y
busca el tesoro escondido. Lo que tú deseas en el mundo, lo que temes perder en
el mundo, deshazte de ello con alegría por la libertad del corazón. Y cuando
hayas comprado el campo, cava profundamente, alegremente, como los que
destierran un tesoro... Pero hay que buscar el tesoro en profundidad, porque la
verdad se encuentra oculta”.
(Mariano Ballester s.j. & Co.f.m.)
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