BIENAVENTURADOS...
Desconocemos
el número, quizá se trate de la mayor parte de los predicadores; es posible
escucharles decir los domingos que los apóstoles no conseguían entender a Jesús
de Nazaret. A Pablo no le dolieron prendas a la hora de corregir al mismísimo
Pedro, que había contemplado a su Maestro dejarse corregir por una pobre mujer
sirofenicia.
Después
de dos mil años seguimos la estela de los apóstoles, convencidos de haber
finalmente acertado, quién sabe si no será esa la fuente de las divisiones, por
ser uno, por acertar.
En
algún lugar se cuenta que la verdad, tras ser escrita, y todas esas otras
cosas, se exilió en un mar sin nombre, esperando el día en que los seres
humanos descubran que es posible comprender lo que no se llega a conocer. Pero
hay que entender esto, ya que se hace necesario entregar la razón, al amparo de
la voluntad y el sentimiento, a la fe para que no rechace como extraño aquello
que no comprende y que la trasciende.
Al
inicio de su viaje Praidomar tomó para sí la misión de descubrir por qué los
seres humanos rechazaban el camino de la verdadera felicidad, por qué, pese a
su evidencia, tenía tan poco éxito.
Claro
que, cómo podía tomarse en serio un camino que comienza diciendo que los pobres
son bienaventurados; y más a nosotros, que se supone que hemos alcanzado la
felicidad y seguimos sin saber qué hacer con ella, ni para qué sirve.../.
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