HOMILÍA EN LA
MISA DE MI ENTIERRO
Queridas hermanas y
hermanos...¡PAZ Y BIEN!...
Mi
vida como cristiano se inició en esta iglesia –refiriéndome a la de Las
Pedroñeras, mi pueblo natal-. Aquí fui bautizado, aquí tomé la primera comunión,
aquí me confirmaron.., aquí fui irreverente y soberbio en más de una ocasión y
aquí juré con orgullo adolescente que jamás volvería a entrar aquí. La necedad
juvenil siempre es atrevida.
Isaías
55, 8-11.- “Mis planes no son vuestros
planes, vuestros caminos no son mis caminos –oráculo del Señor-. Como el cielo
es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis
planes, que vuestros planes. Como la lluvia y la nieve caen del cielo, y sólo
vuelven allí después de haber empapado la tierra, de haberla fecundado y hecho
germinar, para que dé simiente al que siembra y pan al que come, así será la
palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío, sino que cumplirá mi
voluntad y llevará a cabo mi encargo”.
La Palabra de Dios es una
palabra viva, que quema, que siempre nos interpela, porque cuanto es el ser
humano ante Dios, tanto es y no más.
El evangelio de hoy, -porque hoy se
cumple esta palabra- nos invita a anunciar la luz, a ser sus testigos...
¿Qué puedo decir de mí? Que me
sorprende la paciencia que Dios tiene conmigo, y que una y otra vez no puedo
evitar decir: “¿Por qué te empeñas en quererme tanto?”. No encuentro para todo
esto otra explicación que las oraciones de mi abuela Guadalupe a la que de crío
recuerdo que le preguntaba: ¿Por qué vas tanto a misa? Y ella siempre, con una
sonrisa, me respondía lo mismo: ¡Por los que no van nunca!...
Luego
la vida gira y gira...
Únicamente recuerdo que caí; ya lo
había hecho en ocasiones anteriores, incluso voluntariamente, por el placer del
vuelo, pero esta vez era diferente. Ni tan siquiera me quedaban ganas de volver
a levantarme -¿para qué, si nunca se llega a nada?-.., estaba agotado, sin
fuerzas, todo parecía haber sido en vano... y sin embargo...
Al Señor lo encontramos –“aunque
realmente es Él quien nos encuentra a nosotros”-... pues eso, lo encontramos
siempre llamándonos; y lo hace con palabras y voces muy naturales, que podemos
oír muy bien, muy claras; otra cosa es cómo escuchamos, el caso que le hacemos,
la respuesta que le damos...
...-LA CITA
dice así: -“Conozco tus obras y tus trabajos, y sé que sufres pacientemente por
mi causa; no soportas a los malvados, pusiste a prueba a los que se llamaban a
sí mismos apóstoles y los hallaste mentirosos. Conozco tu paciencia y lo que
has sufrido por mi nombre sin desfallecer. Pero tengo contra ti que has perdido
tu amor del principio”-.
Esta cita del Apocalipsis la leí en la
crítica que se hacía a un libro –“de cuyo título no consigo acordarme, ni del
nombre del autor, ni del nombre del crítico”- en el suplemento cultural de
un periódico que no se distingue
precisamente por su talante religioso.
Era domingo por la mañana, y yo
desayunaba en la terraza de un bar, frente a la iglesia, donde era raro que
entrase, en la plaza de Santa Gertrudis, en el centro de la isla de Ibiza,
donde vivía pintando cuadros...
Es poco mas lo que recuerdo de aquella
mañana, otra entre tantas mañanas de domingo; pero esta cita se me quedó
grabada como si en aquel momento cada palabra hubiese sido dicha para mí..:
-“PERO TENGO CONTRA TI QUE HAS PERDIDO TU AMOR DEL PRINCIPIO”-...
...¿Qué me había pasado? ¿Qué había
sucedido con mi amor del principio? ¿Cuál era ese amor del principio que había
perdido? ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué sentía aquellas palabras de un modo
tan personal?... ¿Quién parecía no haber dejado de pensar en mí? ¿Para qué,
para quién vivía?...
...Creo recordar que la lista de preguntas
se me hizo interminable; y algo, sin saber muy bien qué, en lo más profundo,
comenzó a cambiar dentro de mí...
...Una tarde, hablando en el bar con don
Antonio, el párroco de San Miguel, me dijo:
-“las bendiciones nos caen del
cielo, pero nosotros nos empeñamos en abrir el paraguas y no nos dan, nos
protegemos para que no nos alcancen”-...
Tras un año sabático, en mi pueblo natal,
emprendí un viaje al final de la tierra, durante el cual me encontré con san
Francisco de Asís, el otro Cristo. Esta es la metáfora, muy fácil de explicar:
La meta del viaje era el cabo de Finisterre... y sea como fuere, cuando por fin
llegué allí...ME LLEVARON...los franciscanos de Santiago de Compostela, con los
que ya llevaba viviendo dos años...EL RESTO FUE DEJARSE IR...
...y así, yo, que no terminé mi
licenciatura en Psicología, terminé licenciado en Teología...
...¿Cómo daré gracias al Señor por todo el
bien que me ha hecho? ¿Cómo daremos gracias? ¿Cómo damos gracias?...
...Todo ser humano es llamado de algún
modo para algo que ciertamente, con frecuencia, él aparta de su camino.
Hay una soledad que nos descubre
presentes en un estrecho saliente rocoso, entre los abismos, donde no hay
ninguna seguridad de un saber expresable, sino la seguridad del encuentro con
lo que permanece oculto...
...Dios toma al ser humano donde se encuentra, en su necesidades más
humildes y cotidianas, para conducirlo a otra parte, a otra agua, a otro vino y
a otro pan.., Dios conduce al ser humano más allá de su misma búsqueda... ¿Y
qué era eso tan importante?... SOMOS AMADOS ANTES QUE AMANTES...
...Hay un fuego, con el que tropezamos
más tarde o más temprano, que nos exige descubrir su más íntima esencia...
¿Tendremos la valentía de arder?...
...El que viene vino por su propia
voluntad, saliendo del misterio de su lejanía, no hicimos nosotros que Él
viniera. ...Por lo demás, sabemos que en
todas las cosas interviene Dios para el bien de los que le aman, de aquellos
que han sido llamados según su designio, de todos, aunque ignoremos cómo... ¿o
no lo ignoramos? ...
...Personalmente, hubo un
tiempo en el que aspiraba conseguir-conquistar –“lo máximo”- que pudiese
alcanzar un ser humano en su vida sobre la tierra...
El Señor me enseñó, me sigue
enseñando, que las cosas que de verdad importan no son algo que debamos
CONQUISTAR.., se trata de saber ACOGER..,y algo así únicamente se logra
ABANDONÁNDOSE EN SUS MANOS, sabiendo y sintiendo que todo depende de Él, pero
actuando al mismo tiempo como si Él no existiese, como si todo dependiese única
y exclusivamente de nosotros.
...Volveremos a equivocarnos, a veces parece que la libertad y el amor
con que nos creó no sirviesen para otra cosa que eso...PARA EQUIVOCARNOS...
...Pese a todo, será conveniente no
olvidar nunca, nunca, nunca, lo que vino a decirnos JESÚS DE NAZARET..., que
Las Puertas de la
Misericordia del Cielo no se cerrarán aunque no haya ni un
justo sobre la tierra.
ES
ASÍ, DE VERDAD.
A
los cuarenta y cuatro años tuve la experiencia de un linfoma cancerígeno en la
ingle (No-Hokings): operación-extirpación y seis sesiones de quimioterapia
bastaron. Pero se trataba de una enfermedad crónica, un compañero de viaje que
podía volver a aparecer en cualquier momento.
Ya
sé que no está bien decir esto, pero lo cierto es que cuando me anunciaron que
tenía cáncer estuve a punto de saltar de alegría gritando -¡al fin una señal!-.
Se anuncia fiesta en el cielo, por aquello del pecador que se convierte,
teniendo además la inmensa suerte –todo es gracia- de morirse al poco tiempo,
evitando así el asalto de las dudas que inevitablemente surgen por querer
calibrar con pie de rey el fundamento de todo esto, de nuestra maravillosa
vida, que juega incansable, ya desde aquí, siempre un paso más allá. Pero
estaba rodeado de personas, que por las caras que ponían, seguramente no me
hubiesen entendido, así que disimulé lo mejor que pude. Medité un tiempo sobre
la oportunidad de comunicarlo a mi familia. No quise que se enterasen mis
padres por lo avanzado de su edad, para no darles ese disgusto. Al año se
enteró mi padre, pero desde el cielo, dos años más tarde lo haría mi madre.
Los
sentimientos que despertó en mí el anuncio de la posible proximidad de la
muerte, increíblemente, fueron positivos.
Curiosamente
sigue siendo la muerte la mejor prueba de la vida; la crucifixión y muerte de
nuestro Señor Jesucristo prueban el hecho de su vida incluso a sus enemigos; lo
demás, su resurrección, por ejemplo, ya implica locura de amor –estado este donde
se demuestra, en la medida que puedan hacerlo estas cosas, se muestran más
bien, que la razón sin la voluntad es algo así como una gran estructura de
cableado eléctrico a la que jamás se administrase ningún tipo de corriente-.
¡Si
supierais cómo nos estamos riendo! ¡No os lo podéis ni imaginar! Pero, hay que
vivir, mientras estamos aquí es porque tenemos algo que hacer. Lo poco o mucho
que yo haya podido realizar, siempre gracias a Dios, ahí queda. Si alguien, por
todo ello, consigue acercarse un poco más a Dios, ese y no otro será mi premio.
Nosotros
los cristianos no debemos temer a la muerte –otra cosa es el desgarro que
inevitablemente se produce por la separación de los seres que amamos-. En su
Cántico de las Criaturas dice San Francisco de Asís acerca de la Hermana Muerte: -“Loado seas,
mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal de la cual ningún hombre vivo
puede escapar. ¡Ay de aquellos que morirán en pecado mortal! Bienaventurados
los que encontrará en tu santísima voluntad, pues la muerte segunda no les hará
mal”-.
Nosotros
los cristianos sabemos que él vino y se fue; se fue, pero se quedó con
nosotros; se quedó, pero volverá; y antes de que vuelva, nosotros iremos a
él...
Los
sentimientos que debemos desear tener ante la inminencia de la muerte –y que ya
actualmente debemos tener, ahora- no
debieran ser otros que estos:
(Ya he copiado en más de una ocasión las
meditaciones del padre Auguste Valensín sobre la muerte)
<<PENSAR QUE VOY A DESCUBRIR LA
TERNURA... Es imposible que Dios me decepcione. ¡La
simple hipótesis es absurda! Iré a él y le diré: No apelo a nada más que a
haber creído en tu bondad. Pues ahí está mi fuerza, toda mi fuerza, mi única
fuerza. Si esto me abandonase, si perdiese esta confianza en el Amor, todo se
habría acabado para mí; porque no creo valer, sobrenaturalmente, nada; y si hay
que ser digno de la felicidad para conseguirla, tendría que renunciar a ella.
Pero cuanto más avanzo en mi vida, más me convenzo de que tengo razón para
representarme a mi Padre como la Indulgencia Infinita.
Y que los maestros de la vida espiritual digan lo que quieran, hablen de
justicia, de exigencias, de miedos; mi juez es aquel que todos los días subía a
la azotea y miraba al horizonte para ver si volvía el hijo pródigo. ¿Quién no
desearía ser juzgado por él? San Juan escribe: “Quien teme, no es aún perfecto
en el Amor” (1Jn4, 18).
Yo
no tengo miedo a Dios, pero no es tanto porque yo le ame cuanto porque me sé
amado por él. Y no necesito preguntarme por qué me ama mi Padre, o qué es lo
que mi Padre ama en mí. Por lo demás me resultaría muy difícil responder a esta
pregunta; incluso, estrictamente, no sería capaz de responder. Me ama porque es
el Amor; y basta que yo acepte ser amado por él para serlo efectivamente. Pero
es necesario que yo haga este gesto personal de aceptar. Lo exige la dignidad,
la misma belleza del amor.
El
amor no se impone: se ofrece. ¡Oh Padre mío, gracias por amarme! ¡No seré yo
quien te grite que soy indigno! En todo caso, amarme a mí, tal y como soy,
¡esto si que es digno de ti, digno del Amor esencial, digno del Amor
esencialmente gratuito! ¡Oh, este pensamiento me encanta! Así estoy bien
protegido contra los escrúpulos, la falsa humildad descorazonadora y la
tristeza espiritual...
...Ordinariamente
pensamos demasiado en nosotros mismos, y no pensamos bastante en él. Hay
desventurados teólogos que tienen un cierto miedo –inconsciente- de hacer a
Dios demasiado bueno, o sea, demasiado bello. Dios es bueno, pero no débil,
suelen decir. Pero una bondad que no llega hasta una cierta debilidad –lo que
nuestra dureza de corazón llama debilidad-, es la bondad de aquellos que tienen
miedo de fomentar en los mendigos la pereza y miden con tiento su limosna.
Ser
débil por Amor hace a mi Padre más grande y más bello. La Cruz me da la razón. Padre,
me refugio en ti, en el regazo de tu Ternura. Tengo necesidad de amarte, sin
decir nada. Y, ante todo, de darme cuenta de que Tú me amas, a pesar de lo que
soy. Esto me ayuda a comprender que Tú sientes hacia mí tal y como soy un amor
maravillosamente paternal...
En
el fondo de muchos –“Señor, no soy
digno”-, late un espantoso orgullo... Una cosa hay, por consiguiente, cierta, y
que he de repetirme a mí mismo: SOY AMADO, YO, YO MISMO, y mimado por una ternura
secreta, pero vigilante. Si estuviera en pecado, no tendría más que decir:
“Perdón”, para despertar en el rostro de mi Padre una sonrisa elocuente. Si
sólo soy tibio y sin verdadera belleza, con el polvo de los pecados veniales
pegado a mi piel, entonces necesito creer que el Amor me está mirando, como una
madre mira a su hijo travieso que acaba de ensuciarse la cara con el dulce que
ha robado.
¡Dios
mío, Dios mío, consérvame esta seguridad que tengo -por gracia tuya- en tu
Amor! ¡Qué nunca deje de verte como te veo ahora! Tengo una pobre idea de mí
mismo, pero una elevadísima idea de Ti. Si tuviera que ser digno de tu Amor
para atreverme a aceptarlo, Tú ya no serías tú, no serías ya el AMOR. Hago un
acto loco de fe –pero que no me cuesta nada- en tu indulgencia sin límite. Tú
me amas, Tú me amas; haz que yo te ame. >>
Todo
esto tiene un mucho que ver con aquello que decía san Juan de la Cruz sobre la caza del oso: “Olvido, Soledad, Oscurecimiento. No me da
pena nada. No me da gloria nada”.
Ante
el hecho de la muerte no debemos olvidar la DOBLE VISIÓN: Con los ojos
de la carne contemplamos el féretro, la tumba, las velas; con los ojos de la fe
vemos la resurrección y la luz inextinguible del mundo futuro. Así pues,
tengamos en un ojo una lágrima por la separación, y en el otro, una lágrima de
alegría en la que resplandezca la seguridad de volvernos a ver y de la unión de
todos.
...ESTÁ
MUERTO...
-¡No busquéis entre los muertos
al que vive!...
...por
nuestra Fe en su Palabra.
El trigo triturado –cuerpo
muerto-
por
su Palabra –EUCARISTÍA-
se transforma en su Cuerpo Vivo
y así vuelve a la vida el trigo
TRANSFIGURADO...
¡Qué maravilla de Vida Eterna la
que nos da el Padre, a través de la muerte de su Hijo, nuestro hermano!
¡Tú tienes palabras de Vida
Eterna!
La muerte es el misterio por el que la
oruga se sueña volando y se despierta mariposa...
Cada paso en nuestra vida –es una
Pascua- es un paso hacia Dios.../.
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