EL ARTE QUE PARECE
SEGUIR SIN ENTENDERSE (LA GRACIA)
Abundancia, generosidad, exceso, tal es
el nombre espiritual del juego: "una medida generosa, apretada, remecida y
rebosante" (Lc 6,38). La gracia siempre será experimentada como más
que suficiente en vez de como un mero modo de supervivencia. Si la
gracia está ausente de una situación, esta no nos satisface realmente ni es
capaz de suscitar gozo profundo.
El ego no sabe cómo recibir cosas
libremente y sin lógica. Prefiere una visión del mundo marcada por la escasez o al menos por el
principio del quid pro quo, de la equivalencia, una visión del mundo según la
cual solo ganan los listos. Al ego le gusta ser idóneo, estar a la altura, y
necesita entender las cosas para aceptarlas.
Ese problema y su superación ocupan el
centro mismo de la línea argumental de los evangelios. En realidad, eso nunca
ha sido un problema para Dios. ¡La única dificultad estriba en incluirnos a
nosotros en el proceso! La incorporación de nuestras personas es fruto de la
humildad, la gentileza y el amor de Dios. Que Dios quiere interlocutores libres
resulta patente en la economía de la gracia (Rom 8,28). El plan divino consiste en crear
"no siervos, sino amigos" (Jn 15,15).
.../... El antiguo y manido patrón de
ganadores y perdedores parece estar grabado en nuestro disco duro, mientras que
el patrón de la gracia es mucho más imaginativo e instala programas totalmente
nuevos que la generalidad aún tienen que reconocer, como, por ejemplo, el de
que todos ganamos.
En gran medida, lejos de transformar la
cultura, la hemos reproducido. El esquema de recompensa y castigo es la línea
argumental de casi todas las novelas, dramas, óperas, películas y guerras que
definen las culturas. Y esto es así debido a que este el único
modo en que una mentalidad dualista, no transformada por la oración, sabe leer
la realidad.
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