jueves, 9 de mayo de 2013

Bienaventurados






BIENAVENTURADOS...

            Desconocemos el número, quizá se trate de la mayor parte de los predicadores; es posible escucharles decir los domingos que los apóstoles no conseguían entender a Jesús de Nazaret. A Pablo no le dolieron prendas a la hora de corregir al mismísimo Pedro, que había contemplado a su Maestro dejarse corregir por una pobre mujer sirofenicia.
            Después de dos mil años seguimos la estela de los apóstoles, convencidos de haber finalmente acertado, quién sabe si no será esa la fuente de las divisiones, por ser uno, por acertar.
            En algún lugar se cuenta que la verdad, tras ser escrita, y todas esas otras cosas, se exilió en un mar sin nombre, esperando el día en que los seres humanos descubran que es posible comprender lo que no se llega a conocer. Pero hay que entender esto, ya que se hace necesario entregar la razón, al amparo de la voluntad y el sentimiento, a la fe para que no rechace como extraño aquello que no comprende y que la trasciende.
            Al inicio de su viaje Praidomar tomó para sí la misión de descubrir por qué los seres humanos rechazaban el camino de la verdadera felicidad, por qué, pese a su evidencia, tenía tan poco éxito.
            Claro que, cómo podía tomarse en serio un camino que comienza diciendo que los pobres son bienaventurados; y más a nosotros, que se supone que hemos alcanzado la felicidad y seguimos sin saber qué hacer con ella, ni para qué sirve.../.

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