jueves, 9 de mayo de 2013

Encantado...






ENCANTADO...



            Tomar conciencia no es sólo y sin más saber, sino también, y quizá primordialmente, ignorar. Esta frase, es decir, la anterior, la primera de esta página, parece que suena bien, y es muy probable que ese sea su único mérito.

            Apartó a un lado las ramas de los arbustos y miró, vio y contempló, por este orden, protegido por la noche, un momento de la danza del fuego... Se esforzó por comprender la sonrisa de la víctima, la que finalmente ardió, aquella a la que consumieron las llamas, pero su razón, ese hueco entre las orejas al que se le supone detrás de los ojos, le seguía definiendo todo aquello como locura.

            Tuvo una intuición entonces, pero fue incapaz de explicarse, y lo cierto es que desde hacía tiempo había dejado a un lado el deseo de comprenderse. También de lado había dejado otros deseos, no cumplidos, y por los que terminó dando gracias a Dios. Desde hacía algún tiempo sentía una mayor atracción por todo cuanto no podía adivinarse, una ludopatía con los mismos derechos que las demás...

            Curiosamente una intuición parecida había sufrido en el origen de aquello que durante tanto tiempo había tomado por un final. Desde entonces sus movimientos iban tras sus presentimientos, y nadie tan sorprendido como él, a veces, por su propio comportamiento. Luego, a todas luces, se encontraba en movimiento; él, que por no hacer, así de taoísta se revelaba a veces, ni tan siquiera hacía sombra.

            Se detuvo a mitad de parábola, en el aire, olvidando la gravedad, la que fuese, y exclamó: ¿Hasta cuándo tendré que soportaros?...

            Cronos despertó entonces, tan bruscamente, que el orden en que andaba soñando al universo casi se viene abajo. Pánico y temblor se apoderaron de todas las galaxias, y entre todo aquel desconcierto, en mitad de un sepulcral silencio, se escuchó: ¡Quiero su eternidad!...

            Cronos se le aproximó amigablemente, con una sonrisa en los labios semejante a la usada por los Magos Sabios de los Templos Antiguos, esa sonrisa grave y suave que se gastan los que conocen tanto lo pasado como lo presente, y aún lo porvenir...

            ¿En qué quedamos: hasta cuando tendré que soportaros o quiero su eternidad? Si te aclaras igual te puedo echar una mano. Tras una breve meditación él volvió a exclamar: ¡Quiero su eternidad!...

Fácil es de conseguir, le dijo Cronos, y añadió tras una pausa: si eres capaz de conseguir su amor...

¿Te importaría acompañarme? le pidió a Cronos.

¡Encantado! Fue su respuesta.../.


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