martes, 7 de mayo de 2013

DUNS ESCOTO



DUNS ESCOTO


En tiempos de Duns Escoto el averroísmo latino, un tipo de humanismo secularizante extremo, hablaba de la suficiencia plena de la filosofía (aristotélica) para llevar al hombre a la perfección última posible para el ser humano (eso que llamamos felicidad).
Para mostrarles a estos filósofos la necesidad de la revelación, no recurre a decirles que su mente esté viciada, corrompida por el Pecado Original, y que, por tanto, no podrán razonar correctamente en el campo de los valores y verdades naturales. Eso sería cultivar la apologética de la negatividad (teología del gusano: donde se convence al oyente de que es un ser enfermo radical, tarado, que dispone únicamente de una naturaleza viciada, corrompida, agusanada, carente de medios para realizar sus propias potencialidades. Por eso necesita de Cristo y su gracia).
Recurre, por el contrario, a desvelar aquello que hay de más noble en el hombre: su capacidad para recibir al Infinito. La mente humana tiene capacidad positiva para captar el ser como ser. Lo cual es signo de que puede recibir la noticia del Ser Infinito: capax entis, capax Dei. En lenguaje teológico, significa que el hombre tiene un destino, ordenación "deseo natural" de ver a Dios. Pero que, por ser tal visión un bien que excede en absoluto las posibilidades connaturales del hombre (es sobrenatural), necesita además de una inteligencia sana, un nuevo poder y auxilio: la gracia de Dios. Por eso, antes e independientemente de que el ser finito llegue a pecar y aunque, por hipótesis, no llegase (que sí llegará a pecar), se encuentra ya con anterioridad, en absoluta necesidad de la gracia. Si ha de conseguir la última perfección de su ser, de aquella nobleza, dignidad y posibilidades con que Dios le dotó al nacer. Por tanto, es innoble y falso decirle que necesita de Dios, en última instancia por motivo de la oquedad/vacío que en él ha dejado el Pecado Original, que habría viciado, degradado la naturaleza, imposibilitándola para cualquier acción buena, para cualquier progreso sano, valioso. Lo noble y correcto es decirle al hombre que necesita de Dios precisamente desde aquello que tiene de más positivo, noble y generoso: su apertura a la trascendencia, a la perfección, al progreso ilimitado, al desarrollo de las posibilidades naturales que posee por haber sido creado a imagen de Dios. Esto, en el lenguaje teológico, se expresa diciendo que el hombre (ser humano) necesita de la Gracia (de la revelación) para conocer y realizar el fin último de su vida, aquel para el que Dios le ha creado. Por ser el hombre una "forma beatificable", dice en su lenguaje escolástico san Buenaventura.
Hay en todo este razonar una aplicación del famoso y tradicional principio: la gracia no destruye ni supone destruida la naturaleza, la perfecciona. Es decir, la gracia no actúa porque  la naturaleza esté corrompida, sino que, incluso aunque sabe que el hombre entra en la existencia sin vicio, sano y bueno, quiere hacerlo mejor, elevándolo y deificándolo ya entonces mismo. En frase magnífica y certera de Julián de Eclana "aquellos a quienes el Creador hizo buenos, el bautismo de Cristo los hace mejores". En esta perspectiva no hubiera tenido cabida la objeción de Nietzsche: que el Cristianismo tiene necesidad de hacer enfermo al ser humano, para poder proclamar ante él la necesidad del Salvador.

LLAMADA DEL HOMBRE A LA VIDA ETERNA EN CRISTO
En la actual economía e historia de la salvación la doctrina más adecuada y completa es la del primado de Cristo en el designio divino. Es ella un comentario teológico-especulativo a los textos neotestamentarios sobre Cristo a quien el Padre dio el primado de todo, Col 1,18; Ef 1,3-14.
Porque Dios es Amor infinitamente liberal (=Ágape) quiere que Alguien distinto de Sí, Cristo, le ame con el máximo amor posible. Quiere, después, que otros le amen al lado de Cristo: quiere multitud de seres humanos para la corte celestial. Luego, quiere todo el mundo de los seres para el bien del ser humano, gloria de Cristo, de la Trinidad. Por eso, en el orden de la ejecución, Dios llama al universo material, al hombre del no-ser al ser en Cristo (Gn 1-2). Llama/crea al pueblo de Israel; entra en la historia el Hijo de Dios; es creada la Iglesia. Las diversas alternancias de acontecimientos de gracia y de perdición, de pecado y de perdón ocurridos a la comunidad humana y a cada hombre, hay que contemplarlos desde esta perspectiva decididamente cristocéntrica. Advirtiendo que Cristo y su gracia son genética y cualitativamente primero que el pecado y que la des-gracia. Los cuales advienen y sobrevienen con posterioridad -incluso cronológica/histórica- a la gracia inicial recibida de Cristo.

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